Uno de los peores días de su vida. Entre sus colegas de oficina tuvo que callar y asentir, como todos los benditos años en esa fecha. Hacer como si creyera en los lindos sentimientos,enternecerse e incluso sonreír.
Ya muchas veces antes trató de descubrir su verdad, hablando desde sus recuerdos y traumas infantiles, gritando desde lo hondo de sus dolores que no tuvo la fortuna de los demás. Que lo suyo no era orgullo, era rabia y vergüenza. Que no tenía mucho que celebrar, y muy poco que agradecer.
Pero el mundo no le entendió antes, y menos ahora que ya los años pasaron. Por eso prefería fingir. Aunque sabía, mejor que nadie, que la letra de esa canción era una soberana mentira.
Para ella, nunca fue la palabra más linda del mundo.
Y para su alivio, madre hay una sola.
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