LA PACIENTE EN COMA

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 La tormenta y el reloj se acompasaban en breves pero inquietantes momentos, haciendo su espera mucho peor de lo que ya era… aquellos segundos muertos que no pasaban nunca y que más encima vibraban con los truenos que les daban mayor gravedad aún.

La ansiedad la comía, entera, por más que trataba de no mirar ese maldito reloj... se distraía para luego notar que no habían pasado más que un par de minutos. Para ella no había tiempo; nadie vendría, no podría sentir el ruido molesto de los autos y de las conversaciones ajenas. Tampoco podría simplemente caminar por la vereda, porque no podía casi moverse por sí sola.

Quería tantas cosas, sentía tantos dolores, tenía tal desesperación que no hallaba cómo matar el deseo de lanzarse por la ventana, escapar y volver a su casa, a su cama, a su silencio...

Por dentro era una hoja seca, frágil y derrotada, entregada a las horas sin permitirse pensar en querer salir de allí, volver a casa y olvidar todo. Trataba de mantener a duras penas la calma y la paciencia hasta el borde de la locura.


Por fuera era un paciente en coma, sin expresión ni luz en la mirada. Un bultito sin voluntad ni dignidad.

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