Definitivamente la cría de aves exóticas no
era lo suyo. En un emprendimiento, con la primera crianza terminó de matar sus
ahorros, y con las dos siguientes terminó de gastar el tesoro familiar… a pesar
de tantos esfuerzos…
Después de un merecido viaje al medio oriente
para pasar las penas y olvidar las preocupaciones, decidió comenzar todo de
nuevo… sin rendirse esta vez, aunque el mundo se le viniera encima.
Así nació el comercio de corazones vía
internet… su página desplegaba a todos los vientos las bondades de conocer una
pareja sin usar más que un clic del mouse. Y prometía grandes encuentros
cargados de romanticismo.
Las primeras semanas el negocio no tuvo mucho
movimiento, salvo la temible intentona de aquel hacker por hacerse famoso a
costa de sus múltiples links multicolores… tras salvar casi con heroísmo el
artero ataque, las cosas fueron viento en popa para él, y con esto salvó el
orgullo de su rancia familia.
Finalmente el reconocimiento social comenzó a
llegar cuando una estrella rockera declaró haber usado su página para citarse
con una dulcísima princesita mapuche. Así su fama se fue a los cielos.
Ah, la paz, qué bien tan preciado… las horas
se pasaban lentas y pausadas, todo el caudal de dinero despilfarrado volvía con
quieta calma a su desvencijada caja de valores… todo menos… todo menos…
La primera entrevista a un programa fue un
matinal, si bien el esfuerzo por presentarse allí tan de mañana fue grande, la
recompensa valió absolutamente la pena… todos sus bienes perdidos, de regreso a
su justo propietario… todo menos… todo menos…
Camino por su parcela de agrado, despejando
la mente con un buen puro y la compañía de sus canes de fina raza, comenzó a
dibujar el camino para volver a recuperar lo que tanto anhelaba… esa hermosa
cabellera negra, amazona, que se había perdido entre los maizales hacía tanto…
cómo recordaba el tibio aroma de su aliento, las manos pequeñísimas, los
pasitos ligeros… tenía que recuperarlo, tenía que volver el tiempo…
Decidido a buscar su pista, se sentó a
conversar con el mayordomo, a la sombra del inmenso álamo… preguntando con
desgano y aparente desinterés, logró averiguarlo todo…
Fue a buscarla una tarde de sol, mientras la
arena parecía hervir a la vera del camino. Se puso una camisa tan sencilla como
pudo y vistió su corazón de recuerdos juveniles. Ella lavaba, con energía y
desenfreno, botando sus males en los golpeteos contra la ropa. Al principio no
se percató de su presencia, tan distinto se le hizo a la luz de la riqueza. Y
cuando lo conoció le dijo lo que tenía por decir, que su fortuna lo había hecho
un desconocido para ella, enferma y débil por la mala vida. Que no tenía sueños
en el corazón, sino obligaciones para con los suyos que la habían transformado
en una esclava del deber.
Él entendió todo, pero su corazón se
destrozó. Fue creciendo su orgullo, la miró con los ojos de su aristocracia y la
desdeñó, pues qué poca cosa era entre tanta miseria.
Decidió darse por vencido en ese mismo
instante. Porque a pesar de su fortuna, hay cosas que su dinero nunca podría
comprar.
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