LA LUZ OLVIDADA

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Su ubicación le daba una vista privilegiada a todo el estudio. Entre sus pares era respetada, nadie salvo ella podía iluminar las oscuras noches en que la soledad los tornaba a todos algo melancólicos. Se sentía feliz y satisfecha de ser lo que era, sabía que jamás estaría en un sitio indigno de su alcurnia, y también sabía que cuando rondaran las sombras ella sabría hacerse notar. Además, su nacimiento había sido un acto de amor, una alegría para aquella incipiente pareja y su nuevo hogar.

Así, tenía su futuro asegurado y nada podría ir nunca mal.

Pero esta ingenua lamparita de mesa, que eso era, desconocía absolutamente los tiempos en que vivimos, y dejó pasar con desdén todos esos desencuentros, las lágrimas, las recriminaciones, los silencios y la soledad.

Y una tarde silenciosa, como tantas ya se iban acumulando, se alarmó horriblemente cuando junto a ella aparecieron cajas y cajas en desorden, exasperada y alarmada al punto de estallar su ampolleta... en tal estado de azoramiento la encontró su dueña, sin darle tiempo a entender para qué estaba siendo envuelta entre papeles de diario.

Sintiéndose miserable, aguardó en silencio a que el momento de su muerte llegara, pensando en horribles tormentos que la hacían sentirse la criatura más desdichada de este mundo.

Los años pasaron sin que ella se diera cuenta, pues ya se creía muerta en aquel silencio y soledad.

Hasta que un sonido vagamente conocido la hizo salir de aquel desvarío, cuando nuevas manos la desenvolvieron y hablaron amablemente.

- Mmh, bonita lámpara... ¿Va al estudio?

-Sí, amor, al estudio.

A su lugar de siempre, a su dignidad. A su felicidad.

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